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domingo, 9 de mayo de 2010

Homilia 9 de mayo de 2010

Mis queridos amig@s
En la historia de la 1ª lectura, la comunidad de Antioquia, vive su primera división. Eran los inicios, eran tiempos difíciles, pues la construcción de algo nuevo siempre cuesta. Cuando somos muchos, nuestros criterios no son idénticos, aunque todos queramos conseguir un mismo fin.
En la comunidad de Antioquia no solo se debatía sobre la circuncisión. Sino que para ser cristiano, hay que ser primeramente judío y cumplir con “la ley de Moisés”. Quienes predican tales prácticas, son, ciertamente, judíos conversos: judeocristianos. Pues ellos no quieren dejar atrás sus antiguas prácticas por otras nuevas, ellos creen que se puede sumar.
Pero Pablo y Bernabé que son los que han iniciado la comunidad, que no era de origen judío, difieren de la opinión. Así se inicia un proceso de pedir la opinión a la comunidad madre de Jerusalén y aceptar su resolución.
Para Pablo, es suficiente el Bautismo. Es decir todos buscan la verdad, pero la verdad no esta en los hombres y sus leyes, sino en Dios mismo. El Dios uno, y nos hacer ser “uno”; el Dios que nos reconcilia con nuestros herman@s, con nuestras estructuras o instituciones.

Pienso que con esta lectura, de los hechos de los apóstoles, se nos dice que en estos momentos actuamos de la misma manera. En nuestra sociedad, en nuestras comunidades, queremos ser cristianos, pero a medias. A Jesús le decimos que si, pero siempre que no me exija demasiado. Siempre que yo me pueda “¡hacer las cosas a mi medida!”.
Podríamos aquí perder el tiempo hablando de esta nueva manera de pensar o de decir “creo en Dios pero no en la iglesia” pero no lo voy a hacer, pues como dije, es perder el tiempo.
Todos buscamos la felicidad, a veces incluso a un precio muy “barato”. Creemos que la felicidad esta a la vuelta de la esquina, en tal cosa, en tal oficio, teniendo esto u aquello. La felicidad –lo sabemos, mas no lo practicamos no son cosas. La felicidad no son personas. La felicidad no es la salud de nuestro cuerpo. La felicidad no es nuestra situación económica. La felicidad…
El resultado de esta felicidad superficial son personas que viven en soledad, con problemas de ansiedad o depresión, divididas interna i externamente, amándose a si mismos…. pero…

… Pero hay personas que han experimentado que su vida tiene que cambiar, han experimentado que la felicidad no viene de lo que ven nuestros ojos, de lo que sienten nuestros sentidos, de lo que tocan nuestras manos.
Nosotros que tenemos fe en Dios, sabemos mas que nadie, que la felicidad no la hallaremos en nada de lo anterior.

¿Dios es una respuesta a nuestra felicidad? Rotundamente NO. Dios no es una respuesta. Dios es la Felicidad. Dios es el Amor. Dios disfruta amando. Disfruta de nuestro amor. Un amor con fidelidad, con fidelidad a la persona de Jesús. El nos pide una entrega incondicional. Este amor de Jesús i del Padre es el don Espíritu.

Pero que solos nos encontramos en el camino de esta felicidad, ¡puede alguien pensar! No, claro que no estamos solos. El Señor nos promete su Espíritu. Este tiempo de Pascua celebramos como Cristo resucitado nos regala el don del Espíritu.

El problema de la comunidad de Antioquia…. El problema de la felicidad…. El problema ser conscientes del Amor con que Dios nos ama, está, para mi, en el miedo que tenemos al Espíritu. Quien dice miedo, dice falta de fe o de confianza. Quizás me haya costado mucho trabajo (os lo digo de mi mismo) y esfuerzo confiar en el Espíritu. Sentirme totalmente en sus manos. Pero ahora se que vivo en esta gracia, me siento totalmente en sus manos, y lo noto, en aquellos que se me acercan. Se que Dios se sirve de mi, y de ti para que pueda –podamos- dar a los demás este Espíritu de Dios.

¿Por qué he pasado momentos, años de mi vida sin ser consciente de este Espíritu? Porque he vivido con miedo… si amig@s miedo al Espíritu, incluso a veces pienso si lo desconocía.
Cuando tenemos miedo al Espíritu recorremos a las normas, a las reglas, a las leyes, a los códigos,…. La regla, la ley del Espíritu es simplemente dejarte llevar, ponerte en sus manos. Dejar de amarte a ti mismo, para abrirte al único amor, al amor de Dios. Ya no te llenan las cosas del mundo, sino la obra misteriosa de Dios, el bordado silencioso pero precioso que el Espíritu obra en tu corazón y en el corazón de nuestros semejantes.
Que pensamos: en “la seguridad de la fe”. Pues tenemos que cumplir normas y leyes para estar seguros. O bien en la “inseguridad de la fe” y por tanto necesito estar abierto al Espíritu y a dejar que el actúe en y con migo –nosotros-. Yo opto por lo segundo. Pues Dios no conoce seguros, solo vale ponerse en sus manos y como la hoja del árbol que ha caído dejarse llevar por el soplo del espíritu.

Pues, este otro, para mi es el Espíritu. Y tengo la seguridad, no de caerme, sino de volverme a levantar.
Continuemos nuestra celebración de la Eucaristía, donde más que en otro lugar experimentare la acción del Espíritu Santo, “porque este misterio que vamos recordando se manifieste siempre en nuestras obras.” (Or colecta)